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La danza más
importante de los totonacas es la famosa danza
de los Voladores. De gran contenido ritual, está asociada a
actividades agrícolas propiciatorias;
es una invocación a los cuatro rumbos del universo, lo mismo que al agua, al viento,
la tierra, la Luna y al Sol –Chichiní- , pues son elementos indispensables para
crear vida en la tierra. Generalmente participan cuatro danzantes y un
“caporal” que dirige la danza y ejecuta la música. Este se balancea en una
plataforma de madera estrecha sin una red o cuerda de seguridad.
La historia
del vuelo ceremonial de los Voladores se cubre en las nieblas de la antigüedad.
La información sobre el ritual original fue perdida parcialmente cuando los
conquistadores invasores de España destruyeron muchos de los documentos y de
los códices de las culturas indígenas. Afortunadamente, ha sobrevivido gracias
a la historia oral y a los materiales escritos por los primeros visitantes a la
Nueva España, gracias a ello los antropólogos y los historiadores han podido
documentar por lo menos parte de la historia de esta práctica religiosa antigua
y cómo se ha desarrollado con el tiempo.
Un mito
Totonaca dice de una época en que había una gran sequía, y el alimento y el
agua escaseó en la tierra. Cinco hombres jóvenes decidieron que debían enviar
un mensaje a Xipe Totec, dios de la fertilidad, de modo que las lluvias
volvieran y fertilizaran el suelo, así sus cosechas prosperarían otra vez.
Entraron en el bosque y buscaron el árbol más alto y más recto.
Los hombres
pelaron el árbol de sus hojas y ramas, cavaron un agujero para fijarlo
verticalmente y después bendijeron el sitio con ofrendas rituales. Los hombres
adornaron sus cuerpos con plumas de modo que parecieran como pájaros a Xipe
Totec en la esperanza de atraer la atención del dios a su importante petición.
Con cuerdas envueltas alrededor de sus cinturas, se aseguraron al poste e
hicieron su súplica al volar con el sonido enervante que emanaba de la flauta y
del tambor.
En los
tiempos prehispánicos el ritual de los Voladores fue realizado en gran parte de
México llegando al sur hasta lo que hoy es Nicaragua. Fue realizado cada 52
años (en los cambios del siglo), trasmitiéndose la tradición de padres a hijos.
Después de cierto tiempo el ritual fue cayendo en desuso, al punto que
solamente los Totonacas y algunos Otomíes realizaban esta práctica antigua.
Los
Voladores son un testimonio vivo de los antepasados Totonacas que fundaron
Papantla en el año 1200 y que continúa manteniendo la herencia cultural
riquísima de esta región de México.
El 30 de
septiembre de 2009 la ceremonia ritual de los Voladores fue declarada
Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; el anuncio fue hecho por la
Unesco durante las reuniones del Comité intergubernamental para la salvaguarda
del Patrimonio Cultural Inmaterial en la ciudad de Abu Dhabi, Emiratos Árabes
Unidos.
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